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"Una mimosa, por favor". Suena sofisticado (y lo es), pero su elaboración no tiene tanto misterio como puede pensarse. Ligero, revitalizante y fresco, este cóctel se ha convertido en la "drink of choice" de muchos en los últimos años (especialmente durante el momento brunch), pero realmente lleva décadas entre nosotros.
Aunque no se conoce su origen con exactitud, la versión más popular lo sitúa en el Hotel Ritz de París, donde en 1925 los parisinos preparaban esta combinación tal y como nos la tomamos ahora. Su nombre, tierno y elegante como la planta a la que designa, es solo un preámbulo de su sabor. El equilibrio perfecto entre alcohol y gas, se popularizó tanto en Europa que incluso la realeza británica lo tomaba antes de cenar. Después, cruzó mares, traspasó la frontera estadounidense y floreció en el resto de mundo.
Como su tocaya vegetal, la mimosa simboliza la magnificencia, la amistad, la delicadeza, la libertad... Vaya, que solo representa cosas bonitas. Si a esto le añadimos lo sumamente fácil que es de preparar, tenemos delante nuestro nuevo cóctel favorito. Apunta, apunta, que ya huele a finde.
El detalle más importante a tener en cuenta es la proporción, que debe ser igual para los dos ingredientes que la componen: zumo de naranja y un espumoso, que puede ser cava, champán o prosecco. Por ejemplo, si quisiera preparar mimosa para tres personas, tendría que utilizar 200 mL de zumo de naranja y 200 mL de espumoso (o, si lo hacemos en copa directamente, llenar hasta la mitad justo de naranja y la otra mitad de champán o el vino elegido).
Además, debe servirse muy frío, por lo que es recomendable que la botella haya estado guardada en el congelador y, una vez exprimidas las naranjas, el zumo se guarde en el frigorífico durante unas horas.
Tan apetecible y sencillo que lo difícil va a ser dejarlo solo para los brunchs dominicales...
Lucía Ruiz estudió Relaciones Internacionales y Comunicación y ahora continúa formándose con un Máster de Marketing de Moda. Escribe para aterrizar, para recordar, para existir. Es su manera de dar forma a la vida, de hacerla real. Por eso anota todo aquello que le hace feliz: la comida, los viajes y las nuevas experiencias no pueden faltar en la lista.