La belleza es un caramelo envenenado y Hedy Lamarr se pasó toda una vida intentando digerirlo, convirtiéndose al mismo tiempo en su esclava más devota. Pero quedarse en la superficie con esta actriz austríaca, algo que se ha venido haciendo demasiado a menudo con ella y otras grandes figuras femeninas de la historia, sería un grave error.

La suya es una historia tan increíble que parece de ciencia ficción: una mujer que soñaba con ser actriz, escandalizó al mundo con un desnudo integral en su primera película, huyó de su Austria natal y de un matrimonio con un traficante de armas Nazi, engatusó a un magnate de Hollywood en un crucero para ganarse su puesto en la industria, consiguió convertirse en una de las grandes estrellas de la época en la gran pantalla e incluso inventó un sistema de comunicación revolucionario que daría origen al Bluetooth y el Wi-Fi. Desde luego, nadie podría acusarla de no haber aprovechado su vida al máximo.

hedy lamarr en Éxtasis 1933
Éxtasis (1933)

'Éxtasis' y la maldición del primer orgasmo

Hedy Lamarr nació como Hedwig Kiesler en Viena, pero sus ganas de convertirse en actriz despertaron mucho antes de su (re)bautizo en Hollywood. Se apuntó a clases de interpretación y su talento se dejó ver en los escenarios de la capital austríaca siendo solo una adolescente, antes de ser contratada en su primera película como protagonista, una producción checa que se convertiría al mismo tiempo en su trabajo más célebre y polémico. También el que la obligaría a arrastrar un encasillamiento difícil de manejar para las mujeres de la época.

Era 1933, y 'Éxtasis' fue su carta de presentación al mundo: la historia de una mujer joven que, cansada de ser ignorada por su anciano marido, empieza una aventura con un hombre que la descubre desnuda mientras se bañaba en un lago. Sus escenas de sexo no son explícitas, pero sí tremendamente sugerentes, un retrato de la pasión que jamás se había visto de esa manera fuera de los circuitos del cine pornográfico.

Menuda se montó: Adolf Hitler se negó a proyectarla en Alemania y el Papa Pío XIII la denunció públicamente, mientras Benito Mussolini pidió a toda prisa una copia del filme para verlo después de que se hubiese presentado con gran impacto en el Festival de Venecia de 1934, donde se llevó varios premios. Y es que, por muchas polémicas que generase su componente sexual, Éxtasis era una gran obra de arte, llena de ideas sugerentes y un trasfondo feminista (probablemente involuntario) en el que una mujer toma las riendas de su propia sexualidad.

Además, puede enorgullecerse de ser el primer orgasmo femenino de la historia del cine. No hemos visto demasiados, así que es uno de esos momentos pioneros que realmente no han pasado de moda y siguen siendo igual de excitantes como en su momento:

Curiosamente, en ese mismo año, con apenas 18 años, conoció al que se convertiría en su primer marido, Fritz Mandl, un acaudalado magnate de la industria armamentística (le llamaban 'el Henry Ford de Austria') que le sacaba catorce años a la actriz. ¿Y cómo lidiaba con el hecho de que su recién "adquirida" esposa fuese la comidilla del mundo del cine gracias a su desnudo? Pues mal, muy mal. Se cuenta que Mandl intentó comprar todas las copias de la película para destruirla, pero obviamente fue imposible. En general, según contó Hedy más adelante, era un hombre muy celoso que odiaba el efecto que la belleza de la actriz causaba en los demás. Por eso le tenía prohibida la entrada en su fábrica, la vigilaba mediante el servicio de su casa a todas horas y se pasaba los días convencido de que su esposa tenía una aventura, aunque no fuese así.

Esta falta de libertad, unida a la repentina muerte de su querido padre de un ataque al corazón y el hostigamiento cada vez más agresivo de los nazis sobre Viena, siendo ella judía, la obligó a tomar la decisión de huir. Pero, ¿cómo hacerlo con vigilancia 24/7? Menudo plan de película se montó: escogió a una criada que se parecía a ella, le puso un somnífero en su taza de té, le quitó su uniforme mientras dormía, enganchó todas sus joyas en el forro del abrigo y salió en bicicleta de la mansión. Al menos, así es como lo cuenta ella misma en una entrevista que concedió a la revista Forbes, y que forma la columna vertebral de 'Bombshell', el documental de Alexandra Dean sobre la vida de la estrella.

unspecified   february 11  austrian actress hedy lamarr 1914 1999 c 1940  photo by apicgetty images
Apic//Getty Images

No hay duda de que Hedy Lamarr tenía sentido del drama. Y lo seguirá demostrando. Su huida la llevó a Londres, donde no hubiese llegado de no ser por sus contactos familiares y su dinero. Allí, Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) estaba haciendo pruebas para fichar actores y actrices para su plantilla, y Hedwig consiguió concertar una prueba. Pero la oferta era escasa (¡125 dólares a la semana!) y su orgullo demasiado grande, por lo que rechazó a una de las productoras más importantes de Hollywood y salió de la habitación. Pronto se daría cuenta de que se había pegado un tiro en el pie a sí misma, y urdió otro de sus planes dignos de la mejor de las ficciones: compró un billete en el mismo transatlántico en el que Louis B. Mayer, presidente del estudio, viajaba hacia Estados Unidos, y se aseguró de que su presencia no le pasase desapercibida cuando entró en el gran salón de la cena con su mejor vestido y arropada por sus mejores joyas. El magnetismo que provocaba era innegable. Tanto, que Mayer subió la oferta a 500 dólares semanales. Y así es como se hacen negocios. Ella jugaba en su propia liga, creaba su propia realidad.

Fue entonces cuando Hedwig Kiesler se convirtió en Hedy Lamarr (en un intento de que el público la relacionase con la estrella del cine mudo Barbara Lamarr, con la que compartía belleza imponente y melena negra) y empezó a escribir su propia historia en Hollywood. Tuvo que batallar, eso sí, con la casilla en la que la había colocado el jefe de MGM, porque, en aquella época, las mujeres solo podían ser dos cosas en la gran pantalla: santa o puta. Y ella, por culpa de 'Éxtasis', siempre tiraría más hacia la segunda, aunque con películas y papeles de todo tipo. Con Charles Boyer rodó 'Argel', su primer gran éxito. Después de una temporada de películas inconsecuentes, luchó por protagonizar 'Fruto prohibido' y volvió a lo más alto, siguiéndole producciones como la estereotípica 'White cargo', la independiente 'Pasión que redime' (que produjo ella misma en Italia, algo muy inusual para una actriz en aquel momento) y el súper bombazo 'Sansón y Dalila' de Cecil B. DeMille, la película más taquillera de la década solo superada por 'Lo que el viento se llevó'.

Estos altibajos serían una constante tanto en su vida profesional como en la privada. Se casó seis veces, pero ninguno de sus matrimonios duró demasiado. Del tercero, John Loder, obtuvo sus tres hijos (dos biológicos, uno adoptado), que le acompañarían en la etapa más complicada de su vida, entre divorcios, falta de trabajo y las sombras de su pasado. Su belleza ahora era una maldición, un constante pozo de frustraciones que intentó arreglar con operaciones de cirugía estética y que la llevaron a encerrarse durante un tiempo en su casa, con el único contacto con el exterior a través del teléfono. En su célebre entrevista en Forbes, contó largo y tendido sobre estos episodios, y también algo que la reconcomía: no haber sido reconocida por el gran invento de su vida.

original caption a snack between meals philadelphia, pa when richard spencer, a ship fitter at the philadelphia navy yard, offered lovely hedy lamarr a bite of his two inch thick meat sandwich, filmlands glamor girl didnt need a second invitation hedy made a lunch hour tour of the yard to boost war savings bond sales
Bettmann//Getty Images

Del salto de frecuencia al Wi-Fi: Lamarr, la inventora

Es un error pensar que las mujeres más hermosas de Hollywood no tenían nada en la cabeza. Consecuencias de vivir inmersos en una cultura patriarcal donde belleza e inteligencia tienen que ser conceptos antagónicos. En realidad, Marilyn Monroe era una 'sex-symbol' pero también tenía un cociente intelectual de 165 (mayor que el de Albert Einstein). Por su parte, Hedy Lamarr exhibía una increíble mente de inventora a la que solo le hubiesen faltado los estudios de ingeniería para poder llevar sus ideas hasta las últimas consecuencias. La actriz era una de esas personas que ven más allá, que observan patrones y posibilidades que al resto de mortales no se nos ocurrirían en un millón de años. Tenía ese ingenio innato, aunque nunca se le enseñase a desarrollarlo propiamente. Y quería usarlo para ayudar a su nuevo país de acogida.

Por eso, durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo una idea para ayudar al ejército norteamericano, que no sabían cómo proteger mejor sus comunicaciones en el océano. Se bautizó como "salto de frecuencia", y se ideó para que las comunicaciones de los militares con sus torpedos saltasen de frecuencia en frecuencia constantemente, haciendo imposible para los enemigos localizar y bloquear el mensaje. Hay varias teorías sobre cómo llegó a idear este revolucionario concepto. Hay quien dice que robó la idea del despacho de su marido en Austria, pero no hay constancia de que sus aliados, los nazis, estuvieran en posesión de esta clase de tecnología. También se especula con que un mando a distancia de alta gama, que desmontó y analizó en sus cuadernos, le habría hecho encenderse la bombilla de la creación, por algunas similitudes que comparten. Pero el caso es que lo ideó, y su amigo George Antheil, un compositor con la mente muy despierta, le ayudó a construir un modelo. Ambos figuran como creadores de la primera patente.

Aunque el gobierno se interesó por la idea, no se puso en práctica durante esa guerra, pero sí en las siguientes. La actriz nunca vio un céntimo por su idea, porque no sabía que, como inventora, tenía que reclamar el dinero antes de seis años después de que expirase la patente. Algunos años después, su invento fue enviado a un contratista, Romuald Scibor-Marchocki, que diseñó una sonoboya que comunicaba los torpedos con los aviones, que empezaría a utilizarse en la guerra de los misiles de Cuba y que más tarde daría lugar a los drones de vigilancia en la Guerra de Vietnam. El salto de frecuencia sería también la base de los sitemas de comunicación de otros inventos revolucionarios como el Bluetooth, el Wi-Fi y el GPS. Scibor-Marchocki siempre reconoció la idea original de Lamarr. También la Electronic Frontier Foundation (EFF), que le entregó en 1997 su premio anual calificándola de "pionera".

hedy lamarr en ziegfeld de 1941
Donaldson Collection//Getty Images

Un icono en el olvido

"Su historia es la base de lo que está sucediendo hoy", contaba en una entrevista Alexandra Dean, que invirtió dos años de investigación sobre la vida de la actriz para su documental. "Tienes que entender cómo se construyó Hollywood y cómo fue esa experiencia para una mujer como Hedy, que tenía toda la baraja de cartas: la brillantez, la belleza y cómo luchó dentro de ese sistema porque había mucho poder en manos de tan pocos hombres que lo dictaban todo... Ese es el telón de fondo de lo que seguimos viviendo hoy", añadía, convencida de que la industria del cine no ha cambiado tanto de los últimos 80 años. Y quizás tenga razón, al menos en una época pre-#MeToo.

El caso es que Hedy Lamarr tuvo que enfrentarse no solo a sus propios problemas personales, sino a los límites de toda una sociedad y toda una industria. Pero triunfó, como pudo, y se convirtió en un icono de esos que van más allá de una imagen. Sí, seguiremos recordando su revolucionaria desnudez en 'Éxtasis' y también imágenes como la de 'Las chicas de Ziegfeld' (que corona este artículo), rodeada de una corona de estrellas que resplandecen tanto como ella misma. Pero, con suerte, reivindicarla más allá de lo superficial nos ayude a verla con una nueva perspectiva. Ver a la mujer decidida, inteligente y valiente que había detrás de esos primeros planos capaces de enmudecer toda una sala de cine.

hedy lamarr en Éxtasis 1933
Getty Images
Headshot of Mireia Mullor

Mireia es experta en cine y series en la revista FOTOGRAMAS, donde escribe sobre todo tipo de estrenos de películas y series de Netflix, HBO Max y más. Su ídolo es Agnès Varda y le apasiona el cine de autor, pero también está al día de todas las noticias de Marvel, Disney, Star Wars y otras franquicias, y tiene debilidad por el anime japonés; un perfil polifacético que también ha demostrado en cabeceras como ESQUIRE y ELLE.

En sus siete años en FOTOGRAMAS ha conseguido hacerse un hueco como redactora y especialista SEO en la web, y también colabora y forma parte del cuadro crítico de la edición impresa. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a estrellas de la talla de Ryan Gosling, Jake Gyllenhaal, Zendaya y Kristen Stewart (aunque la que más ilusión le hizo sigue siendo Jane Campion), cubrir grandes eventos como los Oscars y asistir a festivales como los de San Sebastián, Londres, Sevilla y Venecia (en el que ha ejercido de jurado FIPRESCI). Además, ha participado en campañas de contenidos patrocinados con el equipo de Hearst Magazines España, y tiene cierta experiencia en departamentos de comunicación y como programadora a través del Kingston International Film Festival de Londres.

Mireia es graduada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y empezó su carrera como periodista cinematográfica en medios online como la revista Insertos y Cine Divergente, entre otros. En 2023 se publica su primer libro, 'Biblioteca Studio Ghibli: Nicky, la aprendiz de bruja' (Editorial Héroes de Papel), un ensayo en profundidad sobre la película de Hayao Miyazaki de 1989.