- Isabel Coixet: sus restaurantes y chefs favoritos.
- Jamón y mantequilla, por Isabel Coixet.
- Comer de lujo (tranquilo) por Isabel Coixet.
Hablar de Isabel Coixet (Barcelona, 1960) es hablar de una de nuestras directoras de cine más lúcidas e imprescindibles; de una realizadora capaz de dar vuelta a la historia que rueda y ofrecer una perspectiva femenina -y feminista, según los casos-; de una mujer apreciada en España, Europa y Hollywood a partes iguales que ha firmado películas irrepetibles de nuestro séptimo arte.
No se siente deudora ni de Josefina Molina ni de Pilar Miró ("he crecido a mi bola, he ido por otros terrenos, aunque reconozco que hicieron un trabajo muy meritorio en su momento, también en televisión"), y 'a su bola' ha rodado títulos como 'Cosas que nunca te dije', 'Mi vida sin mi', 'La vida secreta de las palabras', 'La librería' -adaptación de Penelope Fitzgerald- y 'Un amor' -adaptación de la novela homónima superventas de Sara Mesa-.
Isabel Coixet tiene diferentes maneras de contar las historias que le atañan y subyugan. Lo hace desde la ficción; lo hace desde los documentales (suyos son 'Escuchando al Juez Garzón' y 'El techo amarillo', sobre los abusos acontecidos en el Aula de Teatro de Lleida); lo hace promoviendo el trabajo de jóvenes cineastas desde su productora Wasabi Films y también desde la escritura, a través de artículos que podemos leer en medios como ELLE Gourmet o XL Semanal.
Una recopilación de sus mejores escritos, y algunos inéditos, es el contenido de 'Te escribo una carta en mi cabeza' (Círculo de Tiza), un interesante libro en el que descubrimos a la poliédrica Coixet: la presentadora, la no-opinadora, la académica de Hollywood, la feminista, la mujer llena de sentido común... De sus artículos, de cine y de libros hemos podido conversar con ella.
En el libro planteas la dificultad que tenemos en admitir que alguien a quien admiremos sea mala persona. ¿Es que nos estamos justificando a nosotros mismos?
Es un reto intentar conciliar la admiración y el asco. Pero si admiramos a alguien y ese alguien ha hecho cosas que nos repugnan, como de alguna manera hemos puesto algo de nosotros en esa idolatría, nos duele, es como si no pudiéramos admitir nuestros propios defectos.
Cuentas tu terrible encuentro con el actor francés Gérard Depardieu y cómo se te desmontó el mito del 'monstruo sagrado'. Pero reconoces tu debilidad al no 'frenarle' en sus comentarios de índole sexual. ¿Qué le pasa a esta sociedad que no termina de aprender la importancia de una denuncia?
En mi experiencia, todas las víctimas con las que he hablado y trabajado consideran que la denuncia nos obliga a enfrentarnos con el problema, a reconocer que existe en nuestra vida y es la única manera de que nos crean y escuchen. Quizás un testimonio anónimo en un artículo no lleve a ninguna parte, pero en una denuncia hay muchas capas que se desconocen. Las víctimas han de repetir lo sucedido una y otra vez ante fiscales, abogados, psicólogos... y es lógico que se rindan. Hay que ser muy cuidadoso con lo que se les pide y exige a las víctimas y con lo que nos exigimos a nosotros mismos.
En el caso de Depardieu [el libro cuenta que le conoció, invitada a un programa de gastronomía en el que dos famosos comían juntos, y fue un completo desastre], yo estaba tan alucinada que no podía más; era una pesadilla, una situación absurda. Intentaba convencerme de que Putin era un gran hombre que cuidaba a la gente con dinero y que teníamos que aprender de él y ahí no me callé, le dije que es un asesino. Y esto sucedió antes de Ucrania y de otras muchas cosas.
En otro artículo hablas de los 'opinadores', que hablan de cualquier cosa sin tener ni idea. ¿Cómo se puede tener opinión de todo sin saber?
Opiniones tenemos todos, pero eso no es una demostración de saber. Cuanto más vivimos, más sabemos; cuanto más leemos, todo es mucho más relativo. Pero yo alucino cómo de pronto en debates y coloquios aparece gente en el estrado sentando cátedra de cosas de las que claramente no tienen ni puta idea. Es alucinante, pero lo es más que la gente los crea; damos más credibilidad a lo que se dice en las tertulias que a un comentario que oímos en el bar o en la panadería, que muchas veces son más interesantes. Y luego está la figura de los 'expertos', en los que cada vez menos gente cree.
Una de mis frases favoritas de tus artículos es: "Mido la estabilidad económica en libros", porque eres una compradora (y lectora) de libros empedernido. ¿Hay alguna novela que se te haya atravesado?
Hay un autor que se me atravesó fue Guy de Maupassant, coetáneo de Emile Zola -otro-, que escribió 'Bola de sebo' y el título ya me echó para atrás. El 'Ulises' de James Joyce, que tiene muy mala fama, me parece un libro muy divertido y de una libertad increíble.
¿Y eres de las que te obligas a terminar el libro, te gusten o no?
Antes los terminaba, ahora me he dado cuenta de que es una tontería. Es igual que una relación; si ves que algo no va tienes que dejarla. Los libros son igual. Al final la vida es corta para leer libros de mierda.
Otro tema que aparece en el libro es la maternidad, ¿cuál es la enseñanza más importante que has sacado de tu experiencia como madre?
Seguramente, que no puedes controlarlo todo en tu vida. Y también me ha enseñado una paciencia infinita que nunca pensé que tenía.
Hablemos de cine. En los artículos recuerdas cómo llegó tu amor por la gran pantalla, en esas sesiones dobles de barrio a las que te llevaban tus padres de niña. ¿Crees que ese amor por el cine puede inculcarse también con las plataformas?
En las plataformas, lo que ve la mayoría de gente son series y quizás haya series con las que se inculque ese amor, que los pequeños se vinculen a las historias contadas con imágenes. Mi hija ya es mayor (tiene 26 años), así que no sé si ahora los padres llevan a sus hijos al cine o si se sienten obligados a hacerlo. Mis padres me llevaban porque a ellos les gustaba, no porque quisieran imponérmelo.
Estíbaliz Urresola, Alauda Ruiz de Azúa, Clara Roquet… una nueva generación de directoras ya está ahí. Muchas de ellas te señalan a ti, a Icíar Bollaín, Gracia Querejeta… como sus referentes. ¿Cómo valoras su trabajo? ¿Podemos estar tranquilas de que seguirá habiendo una mirada femenina en el cine español?
Por supuesto. Hay una pluralidad de visiones sobre todos los temas, no solo los estrictamente femeninos. Ojalá puedan tener una carrera como la de Iciar o la mía, que hagan muchas cosas que vayan sumando en esa visión del cine.
Mi marido, muy admirador de tu cine, dice que eres especialista en mejorar libros. En el caso de ‘La librería’, el libro entero; en ‘Un amor’, el final. ¿Cómo abordas las adaptaciones y cómo llevas las críticas de la gente que prefiere películas calcadas de los libros?
(Risas) ¡Apruebo a tu marido! Claro, adaptar es un arma de doble filo. Si pretendes ser absolutamente fiel, te vas a traicionar porque seguro que algo no sale bien en la adaptación. Pero si cambias demasiado, los lectores tampoco encontrarán lo que vienen buscando, ¿no? Yo parto primero de un enorme respeto y después de que yo no puedo también evitar ser fiel a mí misma, yo no voy a hacer un calco. Para mí el libro es el detonante de una película pero no el detonante de una adaptación fidedigna.
Como queda claro en tus películas y serie, escritos y en las colaboraciones con ELLE Gourmet, eres una 'foodie'. ¿Cuál es el plato que te enamora sí o sí y el que eres incapaz de probar?
Ahora tengo una obsesión por un plato viejuno, que es el suflé de queso. He probado dos muy diferentes en Francia y me han alucinado, han sido como la magdalena de Proust porque ¿hace cuánto que no lo probaba? Y los platos que no, la casquería, que no puedo con ella. Hay una parte caníbal ahí extraña que no soporto.
Begoña Alonso es experta en ocio, cultura y estilo de vida, coordinando la sección de Living en Elle.es desde hace más de seis años. Llevar la sección de Living supone que lo mismo escribe un reportaje sobre las mejores series de terror de Netflix, que un artículo de viajes y lunas de miel, un perfil de una activista feminista o un listado de los mejores libros de la historia que tienes que leer.
Siempre suele decir que la vida no le da para todo: libros, agenda, música, ocio, cine, series, plataformas de streaming (Netflix, Amazon, HBO, Disney+, Filmin, Movistar+, Apple TV+…), maternidad, televisión, feminismo, viajes, cultura, ‘lifestyle’, motor, tecnología… Pero es capaz de llegar a todas partes para ofrecer siempre los contenidos más actuales e interesantes.
Begoña Alonso se licenció en 1999 en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, pero cuenta casi con 30 años de experiencia en la profesión. Se estrenó en medios locales como Huelva Información o Las Provincias, pasó por radios vecinales haciendo programas de cine y luego aterrizó en el mundo del papel, en medios como La Razón, Maxim o Reporter.
Tras 9 años dedicada al ‘branded content’, Begoña lleva una década en ELLE, el mismo tiempo que ha transcurrido desde que consiguiera el Premio 20 Blogs por ‘The Best of the 80s’, un blog de música de los 80, una de sus pasiones. También adora las películas de boda y se pasa más tiempo planificando viajes que llevándolos a cabo, pero eso es otra historia.