Querido Universo,
Ha pasado un mes desde la Dana y creo que hemos cambiado. No me quiero acoger a las falsas consignas de positividad porque la realidad es dura, pero llegar a ver cierta luz después de tanto barro me devuelve la esperanza de lo tangible: estamos aquí.
La lluvia nos ha cambiado porque no nos ha dejado otra opción que la de volver a mirarnos: a nuestros pueblos, nuestros vecinos, a nosotros mismos.
Yo no sé cómo se supera una catástrofe como ésta, pero la historia de Anna, que tiene con su madre una de las tiendas más bonitas de Benetusser, arrasada por la Dana, me da algunas respuestas. No son suficientes, pero ayudan. Y quizás ahora necesitamos agarrarnos a ese poquito de luz.
“¿Cómo se supera una Dana? Soy Anna, tengo 26 años y la Dana también pasó por mí. Es complicado poder transmitir con palabras algo tan grande. Creo que chillaría muy fuerte o pintaría muy oscuro para explicarlo mejor. Aunque ahora creo que ya no chillaría tanto y que entre los colores habría alguna pincelada de brillo.
Pero llegar al brillo ha supuesto todo un proceso.
La Dana arrasó con nuestra tienda y no dejó nada. NADA. Entró sin preguntar, invadiendo nuestra intimidad, lo destrozó todo y se fue. Como si nada, como si todo.
Y así superé la primera fase. Estábamos vivas, “solo” nos habían quitado eso.
Llevamos diez años en la tienda y no tenemos clientas, sino amigas. Como Paqui, que no sabíamos si estaba en la farmacia, o Pam, que cerró como nosotras solo media hora antes el bar de en frente. O Nuria, que menos mal que nos hizo caso y salió a tiempo del herbolario... Demasiadas personas que queremos y nos necesitaban, así que dejamos la tienda como estaba y nos pusimos a ayudar.
Yo no entendía nada. ¿Si no fuese por toda la gente que ayudamos, qué hubiese sido de estos pueblos? Si a mí, que no soy nadie, se me ocurrían mil opciones para intentar solucionar o agilizar las cosas, ¿cómo es que las personas responsables de hacerlo no estaban haciendo nada?
Me acordaba de nuestra tienda y sentía mucha rabia. Y entonces me invadía la culpa: ¿es válido sentirme mal cuando tanta gente lo había perdido todo? Yo no sabía ni dónde iba. Solo ayudaba y dejaba de pensar.
Hasta que, una vez “controlado” todo aquel desastre, llegó el momento de entrar en la tienda. Todo el esfuerzo y recuerdos de tantos años habían desaparecido: solo quedaba barro en el suelo y la marca en la pared de hasta dónde había llegado el agua. Pero allí estaban nuestros amigos, familia, clientas...
Es extraño, pero fue una mañana preciosa en la que me sentí sostenida. En medio de todo, mi gente estaba salvándome. Y yo era como una niña pequeña a la que cogen en brazos para que sus pies no toquen el barro. Mil pies lo tocaban por mí.
Si algo bueno ha tenido esta maldita desgracia es la gente que nos ha acompañado, que se moría de ganas de ayudar, de la forma que fuese. Y qué suerte. Y qué bonito. Ellos han sido la linterna en medio del túnel que nos ha ido guiando hacia la luz.
Y no solo la gente que conocíamos, sino las personas que la vida nos ha ido poniendo en el camino a raíz de todo esto. Profesionales increíbles, gente de fuera, voluntarios… que nos han entendido, nos han apoyado y han agilizado todo lo que han podido el proceso para ayudarnos a volver.
Y en esa fase nos encontramos ahora. No sabemos qué pasará, si estamos siendo unas inconscientes por volver a abrir en medio de este caos. Solo sabemos que el pueblo necesita volver. Que la gente está demasiado triste y que muchos han dejado de creer en las cosas buenas, así que ante eso, solo nos queda soñar. Soñar con volver juntos a lo que fuimos. Soñar con que entre todos conseguiremos que el pueblo y su gente recupere la luz.
¿Cómo se supera una Dana? No se supera, se asume. Ni es justo, ni nadie lo merecía, ni nadie lo esperaba. Pero llega y pasa. Como la vida. Y si la vida nos ha enseñado algo con todo esto es que lo que tenga que llegar va a llegar de una forma u otra. No sabemos qué pasará mañana, pero no podemos quedarnos quietos ni vivir asustados o esperando. Así que ya que estamos, y que podemos luchar por los que no, vamos a vivir. Sin olvidar nunca que una vez una Dana nos unió tanto que juntos salimos de ella. Ojalá eso sí durase para siempre”.