Querido Universo,
No sé tú, pero por aquí parece que estas navidades estamos todos un poco perdidos. Tengo el whatsapp lleno de mensajes de amigos tristes y yo misma tuve que tomarme un par de ansiolíticos en Nochebuena.
Quizás nos lo tomamos todo muy en serio y nos creemos los protas de una escena de 'Love Actually'. Y que me perdonen los astros pero a mí me viene el colega de mi novio para decirme con una pancarta que soy perfecta y me entra el parraque.
Hablo con Silvia, que perdió su casa por la Dana, y me cuenta lo mucho que necesitaba la Navidad y las luces y que todo estuviera un poco bonito porque en su pueblo sigue todo muy feo y muy triste.
Ahora la UE está vaciando los garajes y eso hace que las calles vuelvan a estar sucias: “es un bajón porque te recuerda la realidad: que está todo paralizado porque a nivel económico seguimos sin recibir nada a pesar de que están todas las ayudas solicitadas, que no hay respuesta, que vienen los peritos y no volvemos a saber de ellos, y que si tienes la suerte de que te cojan el teléfono en el Consorcio, lo único que te dicen es que tu solicitud está en trámite".
“No podemos avanzar porque no hay solvencia económica, pero el día de Navidad esto estaba lleno de militares trabajando, los comercios van reabriendo poco a poco y encendiendo sus luces, y todo eso ayuda a que sea Navidad, que tanto echaba de menos. Nos hemos encerrado en casa aunque esté hecha un desastre y nos hemos juntado para tomarnos dos polvorones y un poquito de turrón. Este año no pido más”.
Pienso que Navidad al final es eso: una casa. La sopa de mi madre, los berridos de mis hijos y hasta esa tristeza que se me cuela estos días. Habitar la tristeza como uno más de los pasillos de esta casa, la mía, en la que se mezclan las luces, las risas, las ausencias y los cuartos donde patinar, que cantaba Rigoberta Bandini.
Volver a casa y habitar todos nuestros rincones. Y casa somos nosotros, estemos donde estemos.
Feliz Navidad.