"Uno es de la época en la que fue joven", dice José Ángel Mañas, y sabe bien de lo que habla. El autor de Historias del Kronen, una de las novelas más emblemáticas de la llamada Generación X, ha visto cumplir 30 años de su primera novela. Aquel libro funciona como una cápsula cultural que refleja una etapa de experimentación y desencanto, con un legado literario y cultural que sigue siendo objeto de análisis y referencia. Pero entre los ecos de Kurt Cobain, Eddie Vedder o Sonic Youth, las películas de Tarantino, Danny Boyle o Hal Hartley, los noventa también transitaron entre ruido, bares, festivales, tecno, indie, grunge y pastillas, una época también donde la literatura rompió cánones estilísticos y dio voz a toda una generación. Por eso, la publicación de Una historia del Kronen (Ed. Aguilar), entre la autobiografía y la crónica, da cuenta de la visión de Mañas sobre tres décadas repletas de experiencias y anécdotas del mundo editorial, amigos y amores, éxitos y fracasos. Un honesto y jugoso relato de un espíritu que no caduca.
Treinta años después de 'Historias del Kronen', ¿qué palabras podrían resumir este tiempo?
Turbulencias, turbulencias, turbulencias y más turbulencias.
Este nuevo libro es una suerte de autobiografía, pero también una cartografía sobre el mundo editorial, el paso del tiempo, las relaciones o la literatura. Está lleno de reflexiones e hipervínculos, haces reír y emocionas. ¿Qué ha sido lo más difícil de la experiencia? ¿Hay ajuste de cuentas?
Lo más difícil ha sido encontrar el tono. No quería ser narcisista; quería trabajar a partir del yo, pero hablar, en lo posible, del nosotros. De ahí el subtítulo, Una autobiografía generacional. Mi punto de vista no es más que el prisma para entender una época. Y ajusto algunas cuentas, sí.
Para un tipo como tú, privado en lo que a la vida personal se refiere, sorprende cómo hablas de la familia, y también de los hijos. ¿Qué han descubierto ellos que no supieran?
He disfrutado dando algunas pinceladas de mi vida, y es cierto que eso es una novedad en mi trayectoria. Mis dos hijos han leído Una historia del Kronen y se han quedado sorprendidos, porque había muchas cosas, sobre todo en lo profesional, que ignoraban. Y los lectores en general supongo que descubrirán mi experiencia con la paternidad, que ha sido de las cosas más bonitas que me han pasado en la vida.
Vayamos al anecdotario, más allá de la cantidad de experiencias vividas o la gente que has conocido, hay escenas jugosas y muy divertidas: te has largado de una mesa redonda, te ha dejado plantado un actor en una entrevista, pero también las has pasado canutas en algún momento... ¿cuánto pudor has superado para hablar de tu vida?
Uff, mucho. De hecho, el proyecto nace de una conversación con mi amiga Carmen Fernández de Blas, que después de entrevistarme para su podcast, Quiero un libro tuyo, se quedó alucinada con la cantidad de anécdotas sobre el mundo de la edición que he ido acaparando en treinta años, y me dijo: “Eso tendrías que escribirlo en un libro”. Aunque no te lo creas, yo no me había dado cuenta de que ese material fuera novelable.
Kronen fue un retrato de los que crecimos en los 90. ¿Qué diferencias y similitudes ves entre la llamada generación X y la Z?
Que nosotros éramos muy callejeros, muy salvajes, muy primitivos, a lo mejor. Internet todavía no había llegado, y la manera de vivir era otra. Crecíamos y nos educábamos en el barrio o en los bares, pero siempre fuera de casa. Si te quedabas en casa, eras un paria. En cambio hoy los chavales crecen y se educan delante de una pantalla. Es verdad que nosotros podíamos ser más ignorantes y que ellos tienen toda la información del planeta al alcance de un click; pero también lo es que nuestra noción del vivir era más real, más palpable, menos virtual, y a lo mejor por eso hemos necesitado menos psicólogos.
Hoy, 'Historias del Kronen' se estudia en algunos contextos académicos. ¿Cómo te sientes al saber que tu obra ha pasado de ser transgresora a ser parte de la cultura literaria española?
Es curioso, porque ese libro pretendía levantar acta de su tiempo y muchos –incluso yo mismo– pensamos que sería un texto perecedero. Y sin embargo ha envejecido mejor de lo que nadie esperaba. Creo que esto tiene que ver con la manera tan veraz en la que transmite lo que significa tener veinte años, ese momento en el que todos nos hallamos pletóricos de energía, sin saber qué hacer con ella, cargados de hormonas, ilusiones y proyectos; en el que, estando en la encrucijada de la vida, sentimos que podemos ir en cualquier dirección y serlo todo, y además somos como liebres sin objetivo, en celo continuo. Cualquier joven es un cóctel molotov con patas. Es un momento muy especial y confuso, y Kronen lo recrea con mucha convicción.
Los Z han crecido en un mundo digital y globalizado. ¿Cómo crees que perciben la realidad de los 90 descrita en tu libro? ¿Qué temas siguen vigentes y cuáles crees que han caducado?
A los lectores jóvenes les sorprende que no hubiera móviles y el que uno tuviese que llamar a las casas y pasar por la familia para hablar con los amigos. Eso ya es historia. Lo que no cambia, por contra, en lo esencial, es la juventud. Esa es igual en el siglo XXI, que en el XX o en el XIX. No sé si recuerdas el arranque de Guerra y Paz, de Tolstoi, cuando tras la fiesta que da en su casa la princesa Ana Pavlovna Scherer, uno de los protagonistas joven se va a otra fiesta más salvaje donde él y sus amigos se ponen hasta arriba de alcohol y, sin razón ninguna, vacía una botella de vodka mientras hace malabares en el balcón. Ese tipo de comportamientos de riesgo, característicos de una edad, son totalmente universales.
Y en lo que respecta al género, Kronen tal vez no se podría publicar ahora...
¡No! Es un texto tremendamente incorrecto. Pero es que los hombres éramos así.
Los protagonistas también eran, en tus palabras, una panda de "retrasados sentimentales". ¿Eso ha cambiado hoy o va con la edad?
Ja, ja. Va con la edad, ya lo hemos dicho.
Si pudieras hacer alguna advertencia a los lectores que se acercan a Historias del Kronen por primera vez, ¿qué les dirías?
Que es una novela de los años 90, que recrea la sensibilidad libertaria de la época, nada más.
El cine llevó tu primer libro a otro nivel de popularidad. Si hoy, con la cantidad de productos audiovisuales que hay, se hiciera una adaptación moderna, ¿qué elementos cambiarías o destacarías? ¿Y quién te gustaría que lo dirigiera?
A mí me gustaría, más que un remake, ver en algún momento una nueva adaptación de la novela, y que le fuera menos infiel. Creo que, al cabo de treinta años, se podría hacer. La película, siendo muy digna, era muy diferente de la novela. Hay muchos directores jóvenes muy buenos ahora mismo. Sorogoyen, por ejemplo, me encanta.
En un contexto donde el activismo y la conciencia social tienen más peso en la juventud, ¿cómo crees que la actitud nihilista de los personajes de 'Historias del Kronen' resonaría hoy?
Yo pienso que cada vez se entiende mejor que los 80 y los 90 fueron como un paréntesis extraño, entre la Transición y el 15-M, un momento en el que se consideró que la batalla democrática estaba ganada y no merecía la pena lucharla. Claramente, estábamos equivocados. No hay más que ver lo que está sucediendo en EEUU y en el mundo. Nunca ha estado tan en peligro la democracia, y la actitud que se podía tener en los 90 sería imposible ahora mismo.
"En el cine nunca sorprende que un director cambie constantemente de género. En literatura preferimos que Posteguillo se quede para siempre en Roma", dices. Muchos autores sienten presión por escribir una obra "definitiva" que defina su carrera. Pero citas en un par de ocasiones eso de "Morirás y sólo quedará el Kronen"... ¿Cómo superar la sombra del 'one hit wonder'?
No he podido. He publicado treinta novelas, y el único título mío que sigue vivo en librerías década tras década es Historias del Kronen. Es una lucha que he dado por perdida. Pero a la vez siempre insisto en que le estoy muy agradecido a esa novela, porque me ha permitido dedicarme desde que tengo veinte años a la creación literaria.
Te reivindicas como novelista más que como escritor, explica eso.
Escritor se escribe con mayúscula inicial y es algo pretencioso; un escritor necesita un atril desde el que dar lecciones al mundo. Novelista, en cambio, se escribe con minúscula inicial. Es algo más técnico y artesanal.
También has desarrollado mucho tus habilidades sociales. Pero la observación no basta. En algún momento dices: "el talento no tiene rostro". ¿Qué sabes de la gente que antes no supieras?
A mí me sigue sorprendiendo una barbaridad la gente. Cada nueva persona que conoces es un nuevo universo, y todos esconden, especialmente a partir de cierta edad, un tesoro de experiencia. Eso antes no lo apreciaba tanto; ahora muchísimo. Lo que más disfruto es el intercambio con personas inteligentes y, por fortuna, hay muchas en el mundo.
Tus últimos trabajos han dado un giro hacia la novela histórica o la crónica social, casi periodística, ¿un signo de que te has hecho mayor?
Más bien un signo de que tenía otras inquietudes intelectuales que necesitaba explorar. Ahora que llega el cincuentenario de la muerte de Franco, y que se acaba de presentar en el teatro una obra tan potente y política como 1936, [de Andrés Lima] por ejemplo, yo estoy orgulloso de haber publicado mis Los últimos días de la República de derechas y Los últimos días de la República de izquierdas, donde recreo día a día el periodo que precedió al 18 de julio. Creo que complementa mi trabajo novelístico más pegado al presente, y da un retrato mío más amplio como autor.
En los años 90, el mundo editorial era muy diferente. ¿Qué opinas del panorama actual? ¿Es más difícil abrirse camino como escritor hoy en día?
Es insólito, porque por una parte hay muchísimas editoriales independientes haciendo una gran labor, y además a un coste cada vez menor, con lo cual es más fácil llegar a publicar que nunca. Pero por otra tengo la sensación de que, vista la proliferación de títulos actual, nunca ha sido más difícil mantenerse a lo largo de los años y hacer carrera.
La llegada de las redes sociales ha transformado cómo los escritores conectan con su público. ¿Cómo gestionas tu relación con estas plataformas?
Lo mejor que puedo. He tardado en entenderlas, y supongo que nunca las entenderé como un nativo digital. Pero está claro que uno, por el momento, no puede prescindir de ellas. Procuro usarlas sin que me tiranicen, y aprecio el contacto que me facilitan con gente que me sigue y que me quiere.
Treinta años después, ¿te sientes más cercano al José Ángel Mañas que escribió 'Historias del Kronen', o al que eres hoy?
Al escritor que soy hoy. Aunque sin renegar del que fui cuando tuve 20 años. Aquel joven es el padre del Mañas cincuentón.
En el libro mencionas todo lo que es el éxito. ¿Una frase para resumirlo hoy?
El éxito es un malentendido. Creo que lo dijo Cioran, y estoy 100% de acuerdo.
¿Y qué has aprendido de ti con este libro?
¡Que siempre estoy donde no debo! Y que soy un superviviente nato.