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“Cuando escuché que había habido un atentado en Suecia, creí que me iba a dar un ataque al corazón”, dice Camilla Läckberg (Fjällbacka, Suecia, 1974) en la embajada de su país en Madrid. El día anterior a esta entrevista, en la que la escritora presentaba su nueva novela en España, el mundo se hacía eco de un terrible tiroteo en un centro educativo de la ciudad sueca de Örebro, donde uno de los cuatro hijos de la autora cursa sus estudios. “Está bien”, tranquiliza Camilla. Pero, más allá de esa irónica realidad que supera la ficción, más la tristeza y la estupefacción que produjo el atentado, a ella eso le recordó que hay pocas cosas que le den miedo. Pero una de ellas es la posibilidad de que les suceda algo a sus seres queridos.
Al instante, y tal vez por romper el hielo, al minuto, enumera otros temores que le atenazan: “No me gustan nada las serpientes. Ni el agua. Esto último creo que es porque, siendo una adolescente vi junto a mi hermano las cuatro películas de la saga Tiburón. Y cada vez que me meto en el mar escucho ese… ta-ta-ta-ta…”, y tararea la inquietante música de John Williams que anticipa la llegada del terrorífico escualo.
Pero Camilla Läckberg es cualquier cosa menos una persona asustadiza. Desde que empezó su carrera como autora de novela negra en 2002, se ha convertido en una de las reinas del género y en estos años se han despachado casi 40 millones de ejemplares en más de 70 países. Títulos como La princesa de hielo, El nido del cuco, Mujeres que no perdonan, El mentalista, La secta o El espejismo, además de su célebre serie de Los crímenes de Fjällbacka, han creado una auténtica legión de seguidores en todo el mundo. Porque los suyos no son sólo lectores. Las adaptaciones al cine y la televisión han multiplicado su éxito. Por eso, que ahora presente Sueños de bronce (Planeta), no sólo corona su última trilogía (tras Una jaula de oro y Alas de plata), sino que ya nos adelanta que habrá una adaptación de esta historia protagonizada por una mujer, Faye, con una apasionante trama repleta de intriga, sexo, secretos y venganzas.
Hablando de venganza, ¿dirías que tu trabajo implica un poco de revancha contra el mundo?
Sí. Hay mucha venganza en mi motivación y en mi ambición. De niña era un poco nerd. No era la chica popular, para nada. Tenía el pelo como Harry Potter, llevaba brackets, gafas gruesas. No era la que elegían para el baile de graduación. Y siempre me sentí un poco al margen y socialmente insegura. Así que esa es una de las razones que me impulsan, el darle un lugar a esa niña que estaba en un rincón.
Menudo sitio: te has convertido en una de las autoras más exitosas e influyentes en un negocio que hasta hace poco estaba dominado mayoritariamente por hombres.
Sí, al menos cuando entré en él. Ahora me gusta ver cómo ahora ellos han tenido que dar un paso atrás.
Explica eso…
No sé cómo ha sido en España, pero durante muchos años, en Suecia los críticos literarios, mayormente hombres, y la considerada 'alta literatura' fueron a degüello conmigo: durante años escribieron que soy una pésima escritora, que mi literatura es terrible. Decían que la gente que me leía tenía mal gusto. Eso es con lo que he vivido durante muchos, muchos años. Pero en los últimos años algo fue cambiando, empecé a recibir más respeto. Y el toque final fue cuando la revista 'Time' incluyó 'La princesa de hielo' en su lista de los 100 mejores 'thrillers' de la historia. En esa lista estaban Agatha Christie, Stephen King, Dostoyevski… Eso los silenció. Y no voy a mentir, me dio mucho placer. Desde entonces, el debate ha estado muy tranquilo.
Pero a cambio, cuando por fin logras el éxito y el reconocimiento literario, empezaron a atacar tu vida personal.
Sí, mucho. Han atacado mi faceta como madre, mi decisión de divorciarme, mi decisión de casarme de nuevo, con quién me casé… Y los hombres no reciben ese tipo de escrutinio en su vida personal. No los critican de la misma manera. Se les respeta más sus límites. Así que sí, han sido muchas cosas a lo largo de los años. Cuando me casé con mi tercer marido –el amor de mi vida, Simon– llamó mucho la atención que fuera 13 años más joven.
Vaya noticia… Anda que no hay hombres con mujeres infinitamente más jóvenes.
Exacto. Y no veas la de comentarios que salieron, en Suecia hicieron un festín de todo eso: que si era un toy boy, cosas así. Conozco a mil mujeres más jóvenes que sus parejas, pero a eso nadie le presta atención, porque parece que hay unas normas invisibles que aplican de manera distinta para hombres y mujeres. Menos mal que he desarrollado una piel muy gruesa porque, a estas alturas, casi nada me afecta. Ahora, la mayoría de los hombres de mi generación a lo que aspiran es a tener novias que parezcan salidas de Onlyfans, pero que a la vez sean como sus madres. Y yo ya no quiero ser madre de ningún hombre. De hecho, si podéis, os recomiendo a todas tener parejas más jóvenes.
Da la impresión de que, a medida que cumples años, eres más libre. ¿Te sientes así?
Sí. Me encanta envejecer. Quiero decir, tengo algunas inseguridades sobre mí misma, pero envejecer no es una de ellas. Siempre me han encantado mis cumpleaños y hacerme mayor. Si alguien me ofreciera una máquina del tiempo y me dijera que, si presiono este botón y entro en la máquina, puedo volver a tener 20 años, diría que no. Ni de broma. Me encanta porque, perdón por la expresión, pero envejecer es muy "que os den". Te importa mucho menos lo que la gente piense de ti.
Tu batalla está libre de prejuicios. Por ejemplo, te has convertido en una divulgadora sobre la menopausia, uno de los grandes tabús de nuestro tiempo.
Mira, yo hace como dos años empecé a sentirme rara. Estaba más cansada, tenía niebla mental y pensaba: "¿Qué me está pasando?". Tal vez estaba agotada, ya que trabajo mucho. Pero un día encontré un artículo sobre la menopausia y fue como: "Síntoma, sí; síntoma, sí; síntoma, sí". Algunos parecían muy raros. Hasta entonces, lo único que había oído era lo de los sofocos. Pero como puedo ser algo obsesiva, empecé a leer muchos artículos y a seguir muchas cuentas de Instagram, donde veía que hay muchísimos síntomas extraños. Por ejemplo, empecé a sentir dolor en la mandíbula todas las mañanas al despertarme, y cuando fui a hacerme un chequeo de salud, le pregunté a la enfermera: "¿Podría ser un síntoma de menopausia?". Y ella dijo: "No, nunca he oído hablar de eso". Pero luego busqué en Google. Soy una doctora autodidacta en lo que respecta a Google. Así que busqué "menopausia, dolor en la mandíbula" y encontré montones de artículos que decían que sí, que es un síntoma clásico de la menopausia.
Es como si las mujeres hubieramos sido engañadas con todos estos síntomas que siguen silenciados socialmente e incluso por parte de la comunidad médica.
Desde luego. Creo que tenemos una pandemia de mujeres a las que se etiqueta como agotadas o deprimidas. Y hay una sobreprescripción de antidepresivos para mujeres a las que, en lugar de eso deberían haberles dado estrógenos, progesterona o testosterona, lo que sea. Simplemente les recetan antidepresivos y las mujeres pierden años de sus vidas. Yo ahora llevo un parche de estrógenos que, curiosamente, en Suecia, a menudo se agotan. El Viagra, en cambio, siempre está disponible. A mí me va fenomenal. Antes no podía levantarme del sofá. Así que me ha devuelto la vida. Pero esto me lleva a preguntarme: ¿Por qué tenemos que aceptar que un producto femenino se agote cuando es claramente esencial para el día a día? Así que es un problema enorme.
Siempre has estado muy comprometida con todos los temas que afectan a las mujeres.
Lo he hecho a medida que he ido pasando por estas experiencias. Cuando tuve mi primer bebé, tuve depresión prenatal y lo conté. Cuando me divorcié, hablé de lo que era divorciarse. Cuando tuve problemas con mi cuerpo, también hablé de ello. No me importa compartir las cosas que me pasan en la vida. Y eso es algo con lo que muchas mujeres se identifican. Y como tengo una voz y una plataforma, creo que es una buena manera de utilizarlas.
¿Y ves a las mujeres como amigas o crees que en ocasiones somos nuestras propias enemigas?
Bueno, eso es algo curioso, en realidad. Eso ha sido lo más raro de mi carrera. Siempre he sido muy activa en redes sociales: primero con un blog, luego Twitter, luego Instagram. Siempre he sido accesible y transparente. Pero curiosamente las mayores críticas que he recibido a lo largo de mi carrera han venido de otras mujeres. Me han atacado por todos lados. Desde mi apariencia hasta mis decisiones de vida. Especialmente por mi faceta como madre. Y eso ha sido decepcionante. Ahora, a mi edad, tengo un grupo de mujeres fantásticas a mi alrededor, amigas maravillosas.
Pero no siempre fue así. Cuando era más joven, me costaba tener relaciones con otras mujeres porque no confiaba en ellas. No las encontraba leales. Así que tenía muchos amigos hombres, porque me resultaban más fáciles y directos. Con ellos, lo que ves es lo que hay. Ellos no van a hablar mal de ti al día siguiente con otras dos amigas. Así que sí, tengo una relación complicada con las mujeres. Creo que nos ha tocado un sistema injusto. Vivimos en un patriarcado. Pero también creo que, a veces, nos convertimos en nuestras peores enemigas. Y odio ese tipo de feminismo que intenta hacer ver que las mujeres son mejores que los hombres, que somos el sexo superior. No lo somos. Somos solo un poco diferentes, tenemos cualidades distintas, fortalezas distintas. Pero ni somos más débiles ni somos más fuertes. No somos mejores ni peores. Lo único que sí son ellos a veces es más agresivos y violentos. Pero las mujeres también pueden causar daño, de otras maneras. Así que no las pongo a todas en un pedestal.
Hace poco leí que una de tus consignas en la vida era no tener miedo al fracaso .
Eso es algo que también he aprendido con el tiempo. Al menos por los fracasos que he tenido. Podría llamar fracasos a mis divorcios, y en cierto sentido lo son, pero en otro sentido no, porque me han llevado a algo mejor y he aprendido algo de ellos. Y lo mismo ocurre con los errores en el trabajo. He tenido algunas colaboraciones que realmente no fueron una buena idea, pero he aprendido de ellas. Solo eres un tonto si cometes el mismo error dos veces.
¿Eres de las que se lanza o simplemente es que apenas tienes miedo?
Claro que lo tengo, aunque soy un poco idiota, porque me gusta hacer cosas que me dan miedo. He hecho algunas cosas realmente fuera de mi zona de confort. Pero esto ni siquiera tiene que ver con mi escritura, porque me siento bastante cómoda con mis habilidades como novelista. Tengo confianza en mí misma. Sé que soy buena en lo que hago, así que ahí no suelo tener miedo. A veces pasa, pero no muy a menudo. Pero sí que me gusta hacer otras cosas, como participar en un programa de televisión…
Cuenta, cuenta…
Fue el 2012, en la versión sueca de 'Bailando con las estrellas'. Era algo que me daba muchísimo miedo, pero me encantó. Y el año pasado participé en 'Mask Singer'. Estaba tan asustada que apenas podía respirar antes de salir al escenario. Pero hay una parte sádica de mí que ama esa sensación.
Eres una autora de éxito, escribes libros infantiles y guiones, pero además, eres emprendedora, tienes una firma de joyería, una productora, haces vinos, y ¡bailas y cantas!
No he dicho que cante bien, solo que canto. (Risas) Soy aceptable, pero no fabulosa. Pero es divertido hacer cosas que te asustan por la sensación que viene después. Porque te sientes increíblemente orgullosa de haberlo hecho a pesar del miedo. Y en cierto modo persigo esa adrenalina.
Así no es de extrañar que Faye, la protagonista de tu trilogía, sea una mujer tan sorprendente y a la vez tan determinada: es rica y poderosa. ¿Quién o qué te inspiró para componer ese personaje tan fascinante?
El nombre es un homenaje a Fay Weldon [célebre novelista británica, también conocida por su activismo feminista], pero también me atraía el universo lujoso y poderoso de otras mujeres que ya no aparecen en las novelas, como aquellas de Jackie Collins: estilosas y que creaban imperios. Y todo esto tiene que ver con que hay un elemento importantísimo, al menos cuando se trata de mujeres que quieren salir de cualquier círculo de violencia, que es la independencia financiera. Sé que la realidad es mucho más compleja que la ficción, pero al menos yo, siempre que hablo con mujeres, y más teniendo hijas, es que sean independientes económicamente. Y sólo espero que las nuevas generaciones lo tengan claro.