• Kim Basinger —que es de Athens, como los R.E.M— no ha tenido mucha suerte con sus papeles (demasiado guapa y demasiado tímida; en la época de esta foto rechazó ser uno de Los ángeles de Charlie), pero ha quedado cinematográficamente redimida in aeternum por esa maravilla que es L. A. Confidential (Curtis Hanson, 1997).
  • Asunto espinoso: compromisos financieros con amigos. Alguien de tu entorno cercano inicia una marca, un proyecto, un negocio, un Substack. Aquí viene el lío. El amigo que emprende no debe presionar a su círculo para que le haga gasto porque, ¿qué clase de amigo te chantajearía emocionalmente? El amigo que arrima el hombro, por su parte, lo hará por voluntad propia porque, ¿qué clase de amigo no apoyaría a los suyos? La solución pasa, como ocurre a menudo en la amistad, por dar libertad al otro. Que haga lo que quiera y lo haga a gusto. Cuando he publicado libros jamás he esperado que los comprasen mis amigos. No me deben ni les debo nada. Me daría apuro esa obligación, me gusta que pasen de todo. De hecho les prohíbo que me lean (y entonces lo hacen, solo por fastidiar). Con los familiares igual; es un alivio que vivan en otro mundo y para ellos yo sea la renacuaja de siempre. Con las transacciones a veces sucede algo rarísimo; compran el producto personas desconocidas que, por el hecho de pagar, creen que tienen ‘derecho’ a pedirte ser amigas suyas. En fin: el dinero lo embarra todo. Y un recordatorio: si ese curso financiero, negocio de cerámica, clase de coach, cátering o lo que sea depende de la caridad de familiares y amigos para mantenerse, seguramente no está preparado para salir al mundo y es un proyecto destinado al cierre. La caridad por pena es deprimente.
  • Lo que me recuerda a una secuencia de Sex and the City en la que las chicas van a la “purse party” de una conocida —la genial Jennifer Coolidge— que acaba de divorciarse tras descubrir una infidelidad y ahora tiene, ehem, un negocio de bolsos. La frase de la separada, me vais a perdonar, no la traduciré: “After that asshole dumped me I realized I have this amazing gift for designing bags. Isn't life funny? Because of that fucker, I've discovered I'm Fendi!”. La colección en cuestión es un batiburrillo de peluche, ganchillo, plumas de marabú y fornituras de Aliexpress unidas con la pistola de encolar. Miranda gruñe por verse obligada a comprar esos engendros y concluye: «La única persona que debería pringar por una mala ruptura es la siguiente pareja».
  • Los profesores prefieren el apoyo a sus decisiones, la protección a su integridad y la implicación genuina de los padres a un chuchurrío regalo de fin de curso, que encima requiere el esfuerzo económico de muchas familias que van justas. Si quieres facilitar de verdad la misión de un maestro educa a tu hijo con rigor.
  • Enésima descortesía normalizada en verano: echar el agua del aire acondicionado directamente a la calle. En estas apestosas semanas estivales las faltas de respeto se multiplican por diez. Acabaremos como en Do The Right Thing (Spike Lee, 1989). Cada año el otoño se reafirma como la única estación térmica estéticamente fiable.
  • Creo en la sororidad, afirmas, mientras presumes de amigas tan guapas, populares, estables y adineradas como tú. En tu círculo no se cuela ni por casualidad una mujer ‘inadecuada’. Has editado a conciencia (has puesto límites, dirías tú, dejando atrás antiguos vínculos) esas amistades que describes como formadas por el destino. Pero en tu vida, que tan pulcramente muestras en instagram, no hay azar. El único filtro es el éxito. Te aterra la gente a la que le ha ido mal, les temes como a un nublao, esas cosas se pegan. Hablas de energías, comunidad, círculos, musas, empoderamiento, inspiración, lazos, empatía. No te permites un paso en falso. Te han hecho incluso algún reportaje en revistas en el que sales con tu pandilla —tan interesantes, tan cómplices— y explicáis anécdotas divertidas en las que quedáis de medio desastre, para compensar tanta perfección.
  • «La muerte de un hombre es como la caída de una poderosa nación / que tuvo valientes ejércitos, capitanes y profetas / Y ricos puertos y barcos en todos los mares. / Hoy sus ciudades están vacías, su población dispersa / Su misión olvidada, su lengua perdida». (Czesław Miłosz)
  • Me hace muy feliz que Miguel Milá (1931-2024) disfrutase en vida del reconocimiento de sus colegas de profesión —de varias generaciones— y del público. Se definió como un diseñador preindustrial, y ese es el título de la exposición que le dedica el DHub y que podrá verse hasta el 28 de septiembre en Barcelona. Gonzalo Milá y Claudia Oliva, comisarios de la exposición, hablan así de su legado: «Miguel, con setenta años dedicados al diseño sensato, buscó siempre mejorar la experiencia del usuario, acompañando sin pretender protagonizar. Puso al ser humano en el centro de su discurso. A través de la sencillez, el cariño y la función nos ha dejado piezas que parecen haber estado siempre ahí y de las cuales difícilmente podremos prescindir. Su trabajo no es algo del pasado». Para complementar la visita a la muestra se pueden leer los tres libros recientes dedicados a Milá: “Lo esencial”, publicado por Lumen (mi preferido, con la edición imprescindible de Anatxu Zabalbeascoa); “A Life in Design” (Apartamento) de Kiko Gaspar, y “Diseñador preindustrial”, coeditado por el Dhub y La Fábrica. Tengo, como casi todos los barceloneses, una Cestita en casa, que ilumina tenue a su vecino de estantería, un xilofón precioso que me regaló un novio. Milá era especialmente hábil en ese espacio compartido e íntimo entre los objetos y las personas, en esa constelación de afectos. El diseño lúcido y verosímil crea relaciones de claridad.

Lettermark

Marta D. Riezu es periodista especializada en comunicación de moda y ha publicado dos libros: Agua y jabón (Terranova, 2021) y La moda justa (Anagrama, 2021).