Querido Universo,

Este año me he muerto. Literal, como me dice mi hijo preadolescente todas las mañanas: “mamá, que me muero literal, bro”.

¿En qué quedamos? ¿mamá o bro?

Él palma de aburrimiento porque se ha cargado la tele y la tablet se la confisqué hace tiempo.

Muerte por un verano sin pantallas.

Yo he muerto y he resucitado. Como cantaba Enrique Urquijo y después yo durante aquellos veranos adolescentes de piscina, verbenas en el pueblo y guitarra de noche. Puedo oler la sangría y el tinto de verano desde aquí.

Como cantaba Kiko Veneno aquel julio surcando Madrid en moto, con mi nariz hundida en la melena de aquel surfero australiano. Mmm… qué bien olía.

Se muere uno muchas veces…

Las canciones del verano me recuerdan la historia de mi vida. Ahora te escribo pegada al ventilador, con un julio a cuestas de sudor, hijos y trabajo. No voy a entrar al drama capilar por esta humedad delirante ni al de la conciliación: este año me he hecho la queratina y medito cada día para compensar los berridos de mi prole. Lo demás te lo dejo a ti, que bastante tengo con lo mío.

Hay quien hace balance al acabar el año, y luego estamos los del equipo julio. No sé si será por los festivales de fin de curso, pero este año me tragué dos horas extra porque me equivoqué de hora. Ahí estaba yo, viendo todo el elenco de educación infantil (sin tener ya ningún hijo en esa etapa) y analizando el percal de mi vida.

Arranqué el curso en septiembre, bajándome de un barco con mis tres primeras canciones bajo en brazo. Ilusa de mí, no tenía ni idea de la que se me venía encima.

Porque visualizar los sueños y todo eso está muy romantizado, pero luego vas tú con tus planes y te das de bruces con la muerte pelada.

Te mueres de trabajo, de miedo, de agotamiento. Te mueres por nada, por todo y sin saber por qué.

Literal, bro.

Ahí estaba yo en el patio de butacas de un festival infantil mientras veía mi vida pasar como en esos flashbacks antes de palmarla.

Y no entendía nada: ¿por qué este agote y este enfado y esta tristeza si estoy haciendo lo que quería?

Ayer me puse los cascos y salí a caminar. Me puse mis canciones. Bailé y grité. Y caí en la cuenta ¿Cómo no voy a estar reventada si en un año me he transformado hasta los huesos?

¿Cómo no voy a estar en duelo por la Lucía que ha muerto? Era maja, me caía bien. Patinábamos e íbamos en moto con surferos. La de ahora canta y suda como una perra.

Hoy lanzo mi segundo single: Los buitres.

Y pienso que cada verano tiene su banda sonora: Los Secretos, Kiko Veneno, la Costa Brava… pero este verano me canto a mí.

Así que, universo: GRACIAS. Por dejarme resucitar. Por los buitres. Por la música.

Nos vemos en septiembre. Que ahora necesito un descanso de mi propio funeral.