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“Siempre he rechazado esa visión de que con los hijos las relaciones de pareja se resienten, se estancan o ya no avanzan de la misma forma, las relaciones sexuales desaparecen y todo va de mal en peor. Un punto de vista catastrófico muy extendido. No estoy de acuerdo con esta generalización porque, de alguna forma, hace que la responsabilidad recaiga en los hijos y la crianza, como si fuera esta la que no dejara avanzar en las relaciones amorosas, y no es así. O como si cuando se entra en la etapa de querer criar a los hijos desapareciera la posibilidad de tener una relación de pareja gozosa, feliz, con la que podamos crecer y evoluciona”, escribe Míriam Tirado , que en ‘Criar juntos’ (Grijalbo, 2024) explica cómo crecer en pareja cuando la llegada de un hijo lo revoluciona todo. Hablamos con la autora con motivo de la publicación del libro.
¿Cómo trastoca la llegada de un hijo una pareja y cómo lograr que la relación se mantenga saludable?
Tener un hijo es un cambio para todos: para el hijo que pasa del vientre materno al exterior, y para sus padres. De repente, se despiertan un montón de emociones y sensaciones nuevas a las que todos tienen que adaptarse pero muchas veces, también aparecen emociones inconscientes fruto de la propia infancia vivida. Tanta removida interna personal, de cada adultos, hace que muchas veces, la llegada de un hijo sea un auténtico tsunami emocional. Para lograr que eso, que es normal, no nos pase por encima, tendremos que haber construido una base sólida antes y sobre todo, tener una buena comunicación: conectada, asertiva y respetuosa que nos ayude a comprendernos y a acompañarnos.
Es complicado no centrarse sólo en el bebé y encontrar tiempo para la pareja. ¿Es posible hacerlo?
Al principio lo que toca es estar pendientes del bebé, que es muy inmaduro, muy pequeño y muy dependiente y vulnerable. A medida que este bebé va creciendo y ya nos manejamos mejor en la nueva situación familiar, si queremos, encontraremos tiempo. Al principio será poco, pero suficiente como para mirarnos a los ojos, preguntarnos cómo estamos, charlar un rato y abrazarnos… y luego podremos añadir más tiempo a solas, incluso escapadas juntos que nos ayuden a conectar y seguir cuidando de la relación. Pero, ojo, cuidar de la relación es algo que hay que hacer día a día, ¡no solamente cuando podemos pasar un fin de semana solos!
Hay matrimonios a los que los problemas de salud de un hijo pueden afectar, como por ejemplo el diagnóstico de la diabetes 1, pues puede haber conflictos sobre cómo controlar la enfermedad. ¿Cómo conseguir que la relación no se venga abajo?
Ante situaciones así es importante que los dos entiendan que cada uno vive y siente lo que ocurre de una manera determinada y a veces puede no coincidir el sentir de uno con el de su pareja. Y es normal. Eso no tiene por qué necesariamente ser un problema mientras tengan una base sólida de pareja, compartan unos valores comunes, se quieran y respeten y sepan comunicarse de una forma asertiva, conectada y amorosa. El problema es cuando, en estas situaciones, cada uno siente que el otro no le acompaña o no le entiende y la distancia entre ellos va creciendo día a día.
Un clásico del que hablas en el libro es la creencia de que las relaciones sexuales siempre se resienten. ¿Cómo se puede evitar?
La sexualidad cambia a medida que vamos también cambiando nosotros y tener hijos nos cambia en muchos sentidos. Hay las consecuencias del parto, que a veces dejan a la mujer dolorida durante tiempo, la bajada de la libido con el primer tiempo del bebé, el baile hormonal que implica la maternidad… y la sexualidad no tiene por qué ir a peor siempre y cuando la pareja tenga una buena comunicación y conserve las ganas de intimidad. E intimidad no significa necesariamente tener sexo, sino conectar con el otro, tener complicidad, momentos de mimos, de “encontrarse” en un espacio emocional común…
Cuando las parejas son capaces de conectar y crecer con los cambios que les han conllevado la maternidad y la paternidad, su sexualidad no solamente mejora, sino que muchas veces es infinitamente mejor que la que tenían antes de tener hijos.
Ante discrepancias religiosas o políticas, ¿hay forma de educar a un hijo en pareja sin problemas y peleas?
Cuando las discrepancias son profundas y tocan los valores de cada uno, es realmente difícil que no haya fricciones y discusiones a la hora de educar a los hijos. Por eso es tan importante, aunque seamos diferentes y tengamos distintas formas de hacer las cosas, compartir un marco base común en cuanto a valores.
De hecho todo esto denota que antes de decidir intentar ser padres es importante hablar de estos aspectos, del reparto de tareas, del tipo de educación, de la religión en la que se va a criar... ¿no?
Es muy importante tener conversaciones profundas y a veces incómodas antes de decidir tener hijos porque quizás entonces nos damos cuenta de que en lo verdaderamente importante, o en lo que para uno es crucial, no hay acuerdo ni posibilidad de entendimiento. Si ciertas conversaciones se tuvieran antes de tener hijos, ¡otro gallo cantaría!
Para finalizar, otro clásico: los abuelos que ayudan a cuidar al recién nacido pero que generan conflictos al no llevarse bien con una de las partes de la pareja. ¿Cómo actuar, pues esa ayuda es muy necesaria pero a veces puede ser el foco de nuevas peleas?
Es muy complicado, por eso le he dedicado un capítulo (largo) y entero, porque es un tema que además, provoca mucho sufrimiento en las familias, tanto en los padres como en los abuelos. Lo ideal sería podernos comunicar todos de forma asertiva, pero el problema es que no sabemos comunicarnos y en vez de eso, muchas veces se aguanta hasta que se estalla, se dicen las cosas mal o se culpa a la otra parte. Tenemos que aprender a comunicar lo que creemos y sentimos sin atacar la otra parte, desde nuestro sentir más profundo y así, quizás nuestro mensaje llega a la otra parte que nos comunica qué necesita y qué siente.
A veces esto funcionará y otras será imposible, porque no habrá ni voluntad ni posibilidad de entendimiento por brecha generacional o por lo que sea. En esos casos es vital sentir dónde están nuestros límites al respecto y establecerlos. Lo que tampoco es de recibo es pedir ayuda de los abuelos, que quizás pasan todas las tardes con nuestros hijos, y criticar todo lo que hacen con ellos y querer que lo hagan como nosotros cuando ni son como nosotros, ni tienen nuestra edad; son de otra generación. Por suerte, en la mayoría de casos, hablando se entiende la gente.
Marita Alonso es experta en cultura pop y estilo de vida. Escribe acerca de fenómenos culturales desde una mirada feminista en la que la reflexión está siempre presente. No tiene miedo de darle una pincelada de humor a las tendencias que nos rodean e intenta que el lector ría y reflexione a partes iguales. Cuando escribe sobre relaciones, su objetivo es que la toxicidad desaparezca y que las parejas sean tan saludables como las recetas que intenta cocinar... Con dramáticos resultados, claro. Los fogones no son lo suyo.
Ha publicado dos libros ("Antimanual de autodestrucción amorosa" y "Si echas de menos el principio, vuelve a empezar") y colabora en diversos medios y programas de radio y televisión luchando por ver las cosas siempre de una manera diferente. Cree que la normalidad está sobrevalorada y por eso no teme buscar reacciones de sorpresa/shock mediante sus textos y/o declaraciones.
Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, imparte master classes de cultura pop, estilo de vida y moda en diversas universidades. En Cosmopolitan, analiza tendencias, noticias y fenómenos desde un prisma empoderador.