"Para mí una 'red flag' muchas veces es cuando conozco a alguien y de repente me dice que ve porno. Para mí es una 'red flag', porque pienso que no vamos a encajar", le comentaba Laura Escanes al psicólogo Arun Mansukhani en su podcast, Entre el cielo y las nubes.

María Rodríguez, autora de Por no educar (Vergara, 2025), quiere matizar que la percepción de que ver porno es una 'red flag' no es universal, pues hay para quienes el consumo de porno, en sí mismo, no determina la calidad de una relación ni la capacidad de empatía, respeto o compromiso de una persona.

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David Benito//Getty Images
Laura Escanes.

“Es importante diferenciar entre el terreno de las fantasías y el de las conductas reales. El consumo de porno pertenece al terreno de las fantasías, donde las personas pueden explorar con pensamientos eróticos e imaginarios que no necesariamente quieren llevar a la práctica. Por el contrario, las conductas y acciones en la realidad sí deben regirse por principios éticos y relacionales, como el respeto y el consenso dentro de la pareja”, asegura la sexóloga.

Por su parte Lucía Jiménez Sacristán, sexóloga de Diversual, explica que la pornografía tiene consecuencias en las personas que la consumen y en las relaciones que establecen. “El porno está diseñado para llamar la atención de tu cerebro de forma mucho más intensa que una relación sexual “real”. Los guiones que se interpretan están extremadamente centrados en la genitalidad, y muestran comportamientos agresivos de dominación que, más que satisfacer a todas las partes, responden a un deseo mayormente masculino”, comenta a Elle.

El 'Estudio Sobre Hábitos Sexuales' elaborado en 2024 por Diversual indica que las personas ven porno una media de 6,01 días al mes. Los hombres de entre 18 y 24 años son quienes más lo consumen, con una media de 12,47 veces al mes, mientras que las mujeres de esa franja de edad ven porno una media de 3,25 días al mes. La sexóloga Marina Marroquí señala que las consecuencias del acceso al porno a edades cada vez más tempranas son la normalización de la violencia sexual, la reducción de la empatía, el aumento de las prácticas de riesgo y el blanqueamiento de la prostitución como algo cool.

El porno hace que muchos hombres no encuentren una excitación en el sexo real

Entre las trampas de “aceptar el relato del porno” destaca la forma en la que se emplea para reforzar los roles de hombres dominadores y privilegiados y mujeres sumisas y menospreciadas, la manera en la que va creando un imaginario que normaliza la cultura de la violación, cómo afecta al deseo de los hombres, que no saben enfrentarse a sus primeras experiencias reales, o no encuentran una excitación en el sexo real y la forma en la que se vende la imagen de la prostitución como algo positivo, en base a una supuesta libertad sexual.

"La mirada en la pornografía suele ser machista"

“La mirada en la pornografía suele ser machista, es decir; busca satisfacer unos deseos que no representen la realidad actual, pero que en algún momento se establecieron como los “masculinos”. Las relaciones de poder que se establecen son muy evidentes, la dominación suele ser un punto central en la mayoría del contenido y la penetración la práctica protagonista. Es una visión muy limitada, en la que ellas son objeto de deseo, y nada más”, explica Lucía Jiménez Sacristán.

"El porno puede generar problemas si se confunde con la realidad"

Pero María Rodríguez aclara que cree que es posible construir una relación saludable y de igualdad con alguien que ve porno. “El porno puede generar problemas si se confunde con la realidad o si se utiliza de manera que afecte negativamente a la autoestima, la comunicación, la confianza y la intimidad o si genera malestar en alguno de los miembros de la pareja”, asegura. “Si el consumo de porno genera conflicto, es fundamental hablarlo y buscar acuerdos. Ignorar el malestar de una de las partes o minimizar sus sentimientos sí es incompatible con una relación igualitaria y sana”, dice la sexóloga.

"La conducta sexual es aprendida: lo que se aprende, puede desaprenderse"

Es cierto que en ocasiones se nota cuando alguien ve porno por la forma en la que se comporta en la cama. Si una pareja se comporta de una manera determinada por la influencia del consumo de pornografía, ¿hay marcha atrás o está todo perdido, pues esos comportamientos quedan anclados? Responde Lucía Jiménez Sacristán. “La conducta sexual es aprendida: todo lo que se aprende, puede desaprenderse. No hay nada perdido siempre que exista intencionalidad de cambio. Es cierto que hay aprendizajes que se interiorizan de forma muy profunda y cuesta más quitar. Otro aspecto a tener en cuenta es que cada persona tiene su propia resistencia al cambio y flexibilidad que le permite modificar sus comportamientos y creencias”, explica.

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Cortesía.
Imagen de ’Friends’.

Rodríguez señala que el porno suele mostrar un guion sexual coitocéntrico, con roles de género estereotipados, prácticas poco realistas y, en muchos casos, conductas de riesgo o centradas en el placer visual más que en la conexión emocional, por lo que si quienes lo consumen intentar replicar este esquema en la vida real, pueden tener comportamientos que son percibidos por sus acompañantes sexuales como artificiales, mecánicos, desigualitarios o desconectados del vínculo afectivo.

"Diálogo, empatía y voluntad son las claves de una vida sexual placentera, respetuosa e igualitaria"

“La clave está en la comunicación abierta y honesta con la pareja: hablar sobre lo que gusta, lo que no, los límites y las expectativas. Una buena educación sexual y la disposición a escuchar y adaptarse permiten desaprender prácticas que no resultan satisfactorias o respetuosas para ambas partes de la relación. Las conductas no quedan ancladas de forma irreversible: con diálogo, empatía y voluntad, es posible construir una vida sexual más placentera, respetuosa e igualitaria”, dice para terminar.

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Marita Alonso es experta en cultura pop y estilo de vida. Escribe acerca de fenómenos culturales desde una mirada feminista en la que la reflexión está siempre presente. No tiene miedo de darle una pincelada de humor a las tendencias que nos rodean e intenta que el lector ría y reflexione a partes iguales. Cuando escribe sobre relaciones, su objetivo es que la toxicidad desaparezca y que las parejas sean tan saludables como las recetas que intenta cocinar... Con dramáticos resultados, claro. Los fogones no son lo suyo.

Ha publicado dos libros ("Antimanual de autodestrucción amorosa" y "Si echas de menos el principio, vuelve a empezar") y colabora en diversos medios y programas de radio y televisión luchando por ver las cosas siempre de una manera diferente. Cree que la normalidad está sobrevalorada y por eso no teme buscar reacciones de sorpresa/shock mediante sus textos y/o declaraciones.

Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, imparte master classes de cultura pop, estilo de vida y moda en diversas universidades. En Cosmopolitan, analiza tendencias, noticias y fenómenos desde un prisma empoderador.