Colaboraciones brillantes con casas de moda y celebrities, piezas deco de coleccionista, objetos de todo tipo bañados de luz y un museo espectacular en los Alpes austriacos confirman que hablamos de mucho más que de joyas. Hablamos de todo un universo de creatividad, diseño y magia. Con motivo del centenario de la firma, en 1995 abrió sus puertas los Mundos de Cristal Swarovski para deleite de aquellos que quieran vivir una experiencia única. Allí les esperan sus Chambers of Wonder, 18 cámaras con las obras que artistas de todo el mundo han ideado a partir de su interpretación del cristal y que son un regalo para los sentidos.
El último en llegar ha sido el mexicano Rafael Lozano-Hemmer, que ha presentado unas instalaciones inmersivas, tituladas Pulse Voroni y Kristallstimmen, que combinan la belleza de los cristales con la tecnología más innovadora para conectar al público con la luz, el sonido y la emoción. Hablamos con el artista de este mundo brillante.
¿Qué sorpresa descubriremos con estas dos nuevas Chambers of Wonder de Swarovski?
La primera obra de arte se llama Kristallstimmen y es un conjunto de 3.000 altavoces suspendidos, cada uno de los cuales tiene una grabación de un miembro diferente del equipo de Swarovski de cualquier parte del mundo. Cuando no hay nadie en la instalación, la sala está completamente en silencio. En cuanto entras, el ordenador te detecta y el altavoz que está justo encima de tu cabeza reproduce su grabación. El espíritu de la obra es hacer evidente la voz de los trabajadores que hay detrás de Swarovski. Detrás de la magia hay miles de profesionales: diseñadores, soldadores, vendedores, científicos de I+D... y yo quería darles voz dentro del museo. La segunda pieza se llama Pulse Voronoi. La instalación artística Pulse Voronoi propone un paseo por la nube de cristales resultante después de un Big Bang imaginario. Los cristales están suspendidos en la sala, como congelados en el tiempo, cada uno con una cálida luz que destella rítmicamente, y cada uno se ilumina con el latido grabado de un participante diferente. Cinco sensores de pulso colocados alrededor de la sala detectan los latidos de los visitantes mediante un sistema de visión por ordenador que puede detectar el ritmo cardíaco buscando pequeñas variaciones de la coloración de la piel cuando la sangre fluye por la mano. Cuando se detecta un nuevo latido, poco a poco los cristales cercanos empiezan a latir al mismo ritmo y se puede oír el sonido del latido. En cuanto se retira la mano del sensor, se almacena la grabación del nuevo latido, que sustituye al más antiguo de un total de 7.000. De este modo, el proyecto es un memento mori, un recordatorio de que nuestro corazón sólo estará en la habitación durante un tiempo limitado.
¿Qué se pretende evocar en el visitante?
Ambas obras son parkours, las descubres mientras caminas a través de matrices de cristales. En Pulse Voronoi quise evocar un entorno orgánico, maternal y surrealista, inspirado en la película mexicana Macario (1960), de Roberto Gavaldón, donde el protagonista alucina en una cueva llena de millones de velas parpadeantes, cada una de las cuales representa a una persona viva. La pieza es íntima en el sentido de que si pones la mano bajo un sensor, tú también puedes añadir tu latido al ritmo colectivo. Por otro lado, la pieza es también un recordatorio de que, aunque todos somos diferentes, al igual que los cristales, todos tenemos el mismo origen. En cierto modo cada uno de nosotros es complementario del otro, como un puzle en 3D, que en el caso de los cristales construye un cubo, pero en el caso de la humanidad es desconocido. En última instancia, Pulse Voronoi borra las grabaciones más antiguas a medida que añade otras nuevas. Quiero que la gente reflexione sobre el hecho de que todo es fugaz, todo es efímero, y que se aferre al momento. Ese sería un buen resultado. En Kristallstimmen, la reacción es muy rápida: al caminar, se dispara el eco de los altavoces, e inmediatamente se percibe una relación entre el cuerpo y la memoria, y creo que va a captar la atención de los visitantes e invitarles a escuchar. Las voces de los trabajadores son personales y sinceras, a veces divertidas, siempre diversas. Quiero que el trabajo y la artesanía estén representados, antes de que la automatización se apodere de todo. Al fin y al cabo, quiero que la gente salga de las dos experiencias con una sensación de inclusión, de participación, de la fragilidad de la experiencia del arte, que es una fragilidad de la vida.
¿Cómo ha sido trabajar con la marca?
Conocí Swarovski, como todo el mundo, a través de sus tiendas y su publicidad. Me di cuenta de que la gente estaba muy interesada en la elegancia y la moda de estos cristales, mientras que a mí me interesaba la física. Me interesaban las matemáticas, los procesos que hacen posibles estos cristales. Me interesaba desde la perspectiva de los fenómenos. Una de las cosas que más me entusiasman como artista que trabaja con la luz es la idea de que si tuvieras un cristal perfecto, que fuera completamente claro y transparente, sólo hubiera una única fuente de luz y te colocaras en relación con la fuente de luz adecuadamente, la estructura sería invisible. Y eso me encanta. Me encanta que estemos trabajando con una materia invisible, pero esta materia invisible refleja y refracta, y es en el facetado de la misma cuando tomamos conciencia de ella, no en virtud de sus propias propiedades, sino en virtud de su geometría que se convierte en espacio. La primera vez que fui a Wattens, me quedé maravillado con las cámaras encargadas en Kristallwelten, desde Turrell a Kusama, es una lista increíble de artistas. El museo es una experiencia que te permite vislumbrar la variedad y las posibilidades de la luz, el sonido y el espacio. La estrecha colaboración con muchos equipos de Swarovski me ha demostrado que aquí el arte se toma en serio, que la colaboración con los artistas es un activo estratégico que impulsa la innovación.
¿Cuál es la magia del cristal?
Para mí, la majestuosidad del cristal está en su invisibilidad y en cómo un artista o un diseñador puede cortarlo para crear esas bellas interpretaciones de la luz. Como artista que trabaja con la luz, es natural que me interesen los cristales, porque son la óptica a través de la cual puede actuar la luz.