Un ojo no experto no sabría explicar por qué, pero cuando lo ve, lo sabe. En ese sentido, una prenda bien hecha es un poco como el amor, o como una habitación agradable, o un plato apetitoso: la suma de un sinfín de detalles. Cuando algo está bien hecho, no pide el foco en el escenario, sino que realza a quien lo viste, lo siente, lo vive, lo degusta. Lo engrandece a ojos de los demás y, más importante todavía, a los suyos propios.
Cristina Pato sabe que la moda bien entendida tiene este poder. Que puede ser un vehículo de expresión de nuestra esencia. Pero también sabe que no vale con cualquier prenda. Que ésta ha de ser honesta, ha de estar bien hecha, para vestirla y que no nos vista como si de un disfraz se tratase. Y a ello dedica su tiempo, a la búsqueda de estas prendas a través de décadas y ciudades y vidas. Tesoros vintage que vende a través de su cuenta de Instagram y universo ético y estético, @desupadreydesumadre. «Solo por el bien de la elegancia, trato de permanecer moralmente puro». Lo dijo Proust y Cristina lo lleva por bandera en la biografía de su perfil. Calidad, honestidad. Ese sinfín de detalles que diferencian una prenda bien hecha, y que hoy comparte con nosotras para que desarrollemos ese ojo experto.
Detalles de calidad que hablan
¿Cómo sé si una prenda es de calidad o una baratija envuelta en buen marketing? El ojo, como decíamos, puede entrenarse para responder a esa pregunta. Y podemos empezar por fijarnos en estos detalles:
- Patrones coincidentes: las rayas, los cuadros. Un buen diseño sigue el patrón a través de las costuras. El de los bolsillos coincide con el del tronco, el de la manga sigue una línea natural, recta, desde el pecho hasta el hombro y hacia abajo.
- El forro: si hay remanente para facilitar el arreglo, o un ajuste por el paso de los años y los cambios en el cuerpo, es una muestra de calidad.
- Ojales cosidos a mano: en la parte donde se cierra, se marca la puntada. Durarán más y no se darán de sí.
- El añadido a la costura: dobladillos, pinzas o pliegues, patrones armados (hombreras, cintura), jaretas, puntilla… todo añadido denota ese trabajo extra al confeccionar una prenda.
El origen de los tejidos
«El contenido de la botella que tenía en la mano era el producto de una historia tan única y compleja como la de una nación o un ser humano. Con su color, su aroma y su sabor expresaría la geología idiosincrásica y el clima de su lugar de origen», decía el conde Rostov, protagonista de Un caballero en Moscú, sobre el vino. Con el tejido, la materia prima que compone una prenda, sucede lo mismo. Por eso es necesario un poco de estudio para dar con una buena prenda. Informarse sobre el origen y, cuando sea posible, comprar de ese origen. La lana, de Austria o Inglaterra. El lino, italiano o egipcio.
La etiqueta ‘made in’ es el detalle más certero para determinar la calidad de una prenda según su origen. Aunque para ello, como decíamos, hay que llevar los deberes hechos. Cuánto más específico sea el origen, mejor será la prenda. Por ejemplo, un ‘Made in Zurich’ frente a un ‘Made in Switzerland’. Tener este punto en cuenta puede incluso dar una nueva dimensión a nuestros viajes: podemos integrar la búsqueda de prendas únicas en nuestros planes. Es una forma preciosa de acceder a su cultura y llevarla para siempre con nosotros.
Camino inverso al 'fast fashion'
Una buena prenda no suele ser cómoda en el sentido de lo que entendemos hoy por comodidad. Recorre el camino inverso a una prenda de fast fashion. Cuando te la pones por primera vez, no es elástica y blanda, no se adapta, es exigente. Sobre todo al principio, el lino es áspero, la lana pica. Pero esta dureza es símbolo de calidad. De hecho, según Cristina, es casi el mayor distintivo. La comodidad se consigue, al contrario que una prenda exenta de calidad, con el tiempo. Cuanto más la vistes, más se adapta a tu cuerpo, más se impregna de tus vivencias en un sentido físico y también emocional. Como dice Cristina: «Llevarla requiere un esfuerzo, pero te levanta el espíritu».
Escribe sobre psicología, vida laboral y relaciones emocionales. Escribe, como decía Joan Didion, para entender el mundo. Estudió Periodismo y Comunicación Digital en el CEU San Pablo y Comunicación Estratégica en la Universidad de Columbia. Empezó su carrera en el diario digital The Objective. Ahora escribe en ELLE y S Moda, y también ayuda a marcas a contar su historia. Vive como escribe: en un intento constante por descubrir qué significa ser mujer adulta y feminista en el presente. Para ello, se sirve de las voces de mujeres que se plantearon esa cuestión mucho antes que ella. Le gustaría que todas las comedias románticas fuesen como La peor persona del mundo.