Era 1989 y una joven, criada en el barrio madrileño de Usera, paseaba junto a su amiga por La Vaguada, un nuevo centro comercial que se había inaugurado recientemente en la capital y que contaba con las boutiques de algunas de las marcas más punteras del momento. Ese era el escenario escogido por la revista ELLE para celebrar el concurso Rostro de los 90, que elegiría a una afortunada que, además de protagonizar un reportaje en sus páginas, se llevaría un viaje a París. «Soy la pequeña de cinco hermanos, mis padres tenían una economía ajustada y yo lo único que quería era viajar. Mi madre no había montado nunca en un avión y yo tenía ansiedad por hacerlo. Lo pensaba todas las noches y diseñaba el plan. Así que, aquel día, se acercó una persona a mi amiga y a mí y nos dijo: “Estamos organizando un concurso de belleza, ¿os queréis presentar?”. Yo me sentía el patito feo en esa época, medía 1,82, era la más alta de mi clase, estaba casi sin desarrollar... Pero preguntamos cuál era el premio, y cuando nos dijo que se trataba de un viaje a París para dos personas, todo me dio igual, quería y tenía que conseguirlo», recuerda Mar Flores (Madrid, 1969). Y lo logró. Ganar ese concurso supuso el inicio de su carrera como modelo, que la ha llevado a ocupar páginas en revistas de todo el mundo, a protagonizar campañas internacionales y a desfilar en las grandes capitales fashion para diseñadores como Giorgio Armani. Luego llegarían también la televisión, con programas como VIP Noche, junto a Emilio Aragón, y series como Canguros, Compuesta y sin novio o Hermanos de leche, y después el cine, protagonizando películas como Resultado final, de la mano de Juan Antonio Bardem, o Los años desnudos, dirigida por Dunia Ayaso y Félix Sabroso. «He trabajado mucho durante todos estos años, pero hay que tener ganas y pasión para seguir adelante y encarar nuevos proyectos, o por lo menos yo me muevo así», explica.

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Chaqueta con cinturón y acabado encerado de Malne, body de ‘cashmere’ de Max Mara y salones en charol de Jimmy Choo.

Y ella, madre de cinco hijos, con su primer nieto en camino, alejada del foco mediático –tras vivir épocas convulsas que la situaron en el punto de mira y la convirtieron en un rostro habitual de las revistas y programas del corazón–, celebra sus 55 disfrutando de la que, quizás, es la etapa más tranquila de su vida e ilusionada por los proyectos que están por llegar. ¿El más inmediato? La colección cápsula que ha preparado junto a Malne y que verá la luz el 13 de septiembre, en su desfile para la Mercedes-Benz Fashion Week de Madrid. «Ya había hecho moda, pero es la primera vez en la que diseño basándome en los tejidos del resto de la colección e integrando las prendas en el desfile. Me hace especial ilusión. Y también me apetece volver a la televisión y al cine. He realizado un trabajo importante y tengo una madurez que se puede trasladar mucho mejor a la pantalla que cuando empecé con 20 años», dice.

Llevas más de tres décadas de carrera profesional, ¿cuáles han sido tus aciertos para llegar hasta aquí?

Empecé en la moda por casualidad, porque quería viajar. Me presenté al concurso de ELLE, y ¡boom!, París. Así que ese fue el primer acierto, tener la ambición de conocer el mundo, porque me llevó a lo que después ha sido mi profesión. Otro ha sido formar mi familia desde el primer momento en que lo deseé, muy joven, con 20 años, porque a partir de ahí aprendí a ser más generosa, a renunciar a cosas... Yo soy la pequeña y siempre me habían tenido entre algodones. Y también lo fue no tener miedo a prepararme y creer que podía ser actriz y ganarme la vida con ello. Cada temor vencido es un acierto que te lleva a cumplir metas.

¿Y te arrepientes de algún paso?

Cuando una persona dice que no se arrepiente de nada en su vida es un poco absurdo, porque si ha habido cosas que te han salido mal o has hecho tú mal, te tienes que arrepentir de ellas. Pero mi personalidad se ha forjado mucho en el ensayo-error. Si no te equivocas, no tienes esa posibilidad de aprender del fallo, que es lo que más enseña.

¿Cómo recuerdas el día que ganaste el concurso Rostro de los 90 de nuestra revista, en el año 1989?

Fue una experiencia inolvidable. Éramos como 250 chicas. Había algunas muy nerviosas, incluso que estaban llorando, porque decían que no podían salir a hacer las poses con la ropa que te prestaban, y yo tenía una tranquilidad... Estaba disfrutando el momento, porque mi sueño era conocer París. Es una cosa muy bonita que no sé si tiene la gente joven o es cuestión de personalidad, pero se debería mantener esa determinación de ir a por algo y que te dé igual todo lo demás. No existe el miedo ni la vergüenza. «Estoy aquí, voy a hacerlo y me lo voy a llevar». Hicieron varias selecciones, y mi amiga y yo aguantamos hasta el final. En la penúltima fase se fue ella, y le dije: «No te preocupes, vamos a coger ese avión». Lo tenía clarísimo. Y, curiosamente, gané.

Y, entonces, llegó por fin París...

No sabía qué meter en la maleta, no tenía ropa de moda. Cogí un pantalón, una cazadora vaquera y una camiseta, porque todo lo demás que había en mi armario eran las faldas y blusas infantiles que me compraba mi madre (risas). Y así aterricé en París. Pasamos un fin de semana de ensueño. Realicé pruebas, me llevaron a conocer la agencia, me hicieron otro shooting... Llamaron a mis padres y les dijeron: «La niña se tiene que quedar, debe probar». Me había ido con maleta de fin de semana, pero el domingo mi amiga regresó y yo me quedé. Y ahí sí que me empezaron a entrar un poco los nervios.

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Traje de tres piezas ‘oversize’, pendiente XL y cinturón de piel, todo de Emporio Armani.

¿Cómo fueron tus primeros castings?

Resultó muy duro, porque tardé bastante en encontrar trabajo. Todas las mañanas tenía una lista de castings e iba con el callejero en la mano, cogiendo el metro de un lado a otro, y una bolsita con mi maquillaje y la ropa que pedían para acceder a cada prueba. La agencia te adelantaba algo de dinero, pero ese primer mes y medio estuve sin ingresar nada y lo pasé mal.

¿Qué te ayudó a seguir y superar las inseguridades?

Es complicado. Siempre hay una chica más guapa que tú, las rubias alemanas impresionantes o las italianas con una personalidad arrolladora... Pero a mí todo eso no me creaba inseguridades físicas. Una vez que gané el concurso de ELLE, dejé de sentirme como el patito feo que creía que era en el colegio. Veía a esas chicas y, poco a poco, entendí que yo no iba a ser la más guapa, pero tampoco hacía falta, lo importante era tener la personalidad para ser elegida. Ahora veo las fotos de aquella época y digo: «Qué guapa y qué especial era». Pero en el momento no lo percibes así, sólo eres joven y tienes muchas ganas. Y yo me lo tomaba muy en serio. En el piso en el que vivíamos varias modelos, era la más joven, y ellas salían por la noche, iban a las discotecas, llegaban tarde, y yo, gracias a mi timidez, me centré mucho en el trabajo. Los viernes estaba agotada y me quedaba en casa descansando, y el sábado paseaba por París; mientras, mis amigas entraban y salían, con sus vestidos maravillosos. Yo me retraía en mi espacio, siempre he sido muy llanero solitario. Y eso me sirvió para no entrar en un ritmo de vida que después se dieron cuenta de que era incompatible con la profesión. Vi a muchas que se quedaron por el camino.

Y la competencia, ¿la has sentido?

En una pasarela, llegaron a esconderme los zapatos para que no saliera. O me movían de sitio el vestido para que cuando me tocase cambiarme, en mitad del desfile, no lo encontrase. Eso hacía que me encerrara más y más. Una vez, en Moda del Sol, me pusieron unos zapatos tres tallas más pequeños y salí descalza. A la gente le causó gracia, me aplaudieron y eso me hizo más fuerte.

«Cuando una persona dice que no se arrepiente de nada en su vida, es un poco absurdo. Si algo te ha salido mal, te tienes que arrepentir»

¿Por qué decidiste dar el salto a la televisión?

Después de esa primera etapa de pasarela, en la que hacía todo el circuito de Semanas de la Moda en Nueva York, Milán, Madrid y París, como ya tenía a mi hijo, me empezó a pesar estar tanto tiempo fuera de casa. Y una noche, en Nueva York, decidí que estaba cansada, que no podía con ese ritmo, que echaba de menos a mi familia, y cuando llegué a Madrid, me puse a buscar un representante de televisión. Y llegó la primera oportunidad.

Y con ella, la fama... ¿Qué significó para ti convertirte en un personaje público con tanta presencia en los medios?

Llevaba muchos años trabajando, pero es increíble lo que consigue la televisión. Recuerdo que mi madre, que nunca me decía nada sobre mi trabajo, cuando empecé en VIP Noche, me llamaba para contarme que me había visto la vecina, sus amigas, la de la tienda... y fue como que empezó a estar satisfecha de lo que hacía su hija. La pantalla acerca a los personajes de tal manera a tu hogar y a tu cotidianidad, que provoca que un día salgas a la calle y alguien te diga: «“Quiero una foto contigo». Y empiezas a pensar: «Wow, todo lo que haga ahora se va a saber». Ya no era una modelo, era un personaje público. La gente me reconocía. Así que, en esa primera etapa, me escondía detrás de unas gafas de sol grandes, porque a mi timidez le costaba muchísimo.

Y, encima, tu vida privada empezó a ser noticia.

Esa es una de las cosas que gestioné mal. Era muy joven, no estaba preparada y no contaba con personas alrededor que me pudiesen dar consejos sobre cómo hacerlo. Tenía un referente, que era mi hermana Marián, que había estado en el Un, dos, tres trabajando de azafata, pero a ella no le gustó ser famosa y buscó otro camino. Y yo no quería que me pasase lo mismo, porque veía que mis padres estaban orgullosos de mí, así que intenté interpretar el papel de Mar Flores lo mejor que pude. Pero, durante todos estos años, me ha agobiado el acoso de los paparazzis y escuchar cosas que se repiten y se repiten y se acaban convirtiendo en verdad cuando no lo son. Y también me ha molestado el no saber defenderme.

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Vestido asimétrico con lentejuelas y salones, ambos de Michael Kors.

¿Has sufrido mucho?

Sí, y también he visto a mi madre pasarlo mal cuando empezaron a salir cosas que no tenían que ver con la realidad. Cuando experimentabas ese estado de presión sin estar preparada, no es como ahora, que todo el mundo va al psicólogo o tiene un coach. En los 90 no existía esto, así que yo vivía aturullada, y lo que me ayudaba a desconectar era pasar tiempo con mi familia. Me habría gustado haber vivido ese periodo con más madurez. Si mis padres vivieran, estarían orgullosos de cómo estoy manejando el peso de la fama, sobre todo en los últimos años.

¿Por eso decidiste alejarte de los focos?

Hubo un momento en el que tuve que hacerlo por salud mental. Fue cuando me casé con el padre de mis últimos cuatro hijos y ahí, muy apoyada emocionalmente por él, empecé a tener ayuda profesional. Él, que sabía cómo sucedían los acontecimientos, vio que yo comenzaba a creerme lo que salía publicado y me torturaba por ello, porque es lo que le llegaba a la gente, así que ahí necesité parar un poco y reconstruirme por dentro.

¿Cómo te sientes en este momento?

Tranquila, en paz... Llámalo madurez. He conseguido que no me afecten los comentarios de los demás. A veces me cansa que me sigan cuando estoy con mis hijos pequeños, porque ellos no quieren ser famosos, pero estoy satisfecha de cómo he trabajado en ser más fuerte y coherente.

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Camiseta con tirantes finos de Zadig & Voltaire y pantalón ‘palazzo’ de Simorra.

¿Sientes presión por el paso del tiempo?

Como vivo de la imagen, cuando se publica la peor foto, porque es la que más vende, me molesta. Pero lo llevo con dignidad. Veo que me hago mayor, que mi cuerpo ya no responde igual y lo compenso practicando mucho deporte, pero me cuido para estar sana, no para tener buen tipo o coger una campaña. Me miro al espejo y no veo lo mismo, mi cara es distinta, pero eso es la madurez. Cuando observo una foto mía, me gusta la persona que está detrás.

Y vas a vivir un nuevo ciclo, ser abuela. ¿Te apetece?

No me lo esperaba (risas). Me pone en un papel que no sé cómo voy a desarrollar. Cuando nazca el bebé, lo veremos.

*MAQUILLAJE: MARÍA NEBRERA (PRIMA TALENT). PELUQUERÍA: YOS BAUTE (ONE OFF ARTISTS) PARA ICON.